REFLEXIÓN
No somos cristianos de cenizas.
Pero reconocemos que donde hay cenizas
es porque algo se quemó.
¿Fue el amor? ¿La pasión acaso?
¿Fue la fe cansada de repetir los ritos?
¿Quizá dejé morir a mis hermanos
porque no compartí el pan, los afectos
y tantos gestos que calientan el alma?
No somos cristianos de cenizas.
Pero recordamos que bajo las cenizas
todavía hay brasas, hay calor.
¿Estarán ahí, en esos restos,
todo aquello que se convirtió en cenizas?
Dios de vida, permítenos sacudir las cenizas
y encontrar las brasas
para volver a encender el fuego:
que abrase nuestras almas para abrazar a los caídos,
que incendie nuestro ser para seguir el camino,
que cocine el pan para alimentar nuestros espíritus.
En fin, que encontremos las brasas
para cocinar la Esperanza
aún en medio de las cenizas.
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